Articulos y Crónicas

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EL LEGADO DE UN RETORNO


11 de julio de 1999. Ciudad de Saint John, provincia de New Brunswick, Canadá. El público asistente aquella noche al TD Station fue testigo de uno de los conciertos de Iron Maiden más esperados quizá en los últimos 10 ó 15 años por entonces. Porque no era un concierto cualquiera. Porque no era una gira cualquiera. Aquel 11 de julio de 1999, la Doncella retornaba a los escenarios con cambios sustanciales respecto de la gira anterior. Porque el cantante ya no era Blaze Bailey; porque había un guitarrista más acompañando a Dave Murray y Janick Gers. Porque comandando a una de las bandas más laureadas del heavy metal de todos los tiempos volvía uno de los frontman más carismáticos, Bruce Dickinson, y no volvía solo: Adrian Smith, con seguridad el guitarrista más creativo y versátil de Maiden, regresaba también a la banda desde su marcha a finales de 1989. Y encima ofrecieron un setlist de infarto en el que además de las consabidas y eternas “The Trooper”, “Fear of the dark”, “Iron Maiden” o “The Evil that Men do”, figuraban “Aces high”, “Wasted years”, “Killers”, “The Clansman”, “Powerslave”, “Phantom of the opera”, “Run to the hills”, “Hallowed be thy name”… Un orgasmo para cualquier fan que hubiera seguido la trayectoria de la banda desde mitad de los 80’… y paradójicamente, un soplo de aire fresco para el panorama del metal internacional.


La vuelta de Bruce y Adrian a Iron Maiden fue sorpresivo y cantado a partes iguales. La Doncella comenzó su descenso creativo tras la marcha de Smith, publicando un “No prayer for the dying” controvertido donde una mala producción deslució un grupo de temas quizá más efectivos de lo que pudieran parecer a primera vista. Si a eso le sumamos que Gers tenía mucho genio encima del escenario, pero más bien poca creatividad y menos rigor en su mástil que su predecesor, las cuentas empezaban a no salir. La marcha de Dickinson en 1993 y la venida de Blaze Bailey fue la puntilla. Ni con “Factor X” ni con “Virtual XI” mantuvieron el tipo, a pesar de que “Factor X” tenía un buen conjunto de canciones; otra vez la producción, muy generosa con la base rítmica, pero rata con las guitarras, dejó a medias lo que pudo haber sido un disco más completo, disfrutable e incluso con más impacto en el panorama musical. Además, se hizo evidente que Blaze no daba la talla, algo palpable sobre todo en los shows; la banda que había liderado el heavy metal entre 1984 y 1988, que había tocado ante audiencias de más de 30.000 personas por noche y cada noche, tenía que conformarse con recintos de mucha menor capacidad, sobre todo en Europa y EEUU, y a casi desaparecer de la primera línea en la escena del metal internacional.








Dickinson se había fraguado una interesante carrera en solitario. Comenzó con ilusión, pero no acabó por tener éxito inmediato; haber sido la voz de Iron Maiden le abrió puertas, si bien le regaló más bien poco. Pero ya conocemos a Bruce… incansable, irredento… se rodeó de buenos músicos, de un efectivo productor, Roy Z, y se trajo a Adrian Smith para firmar un “Accident of Birth” que, como pensé cuando lo escuché, y lo ratifica el mismo Dickinson en su libro autobiográfico, fue el disco que Maiden nunca grabó. Porque sonaba a Maiden por los cuatro costados, porque era fresco, potente, elegante… La figura de Dickinson tuvo desde entonces un hueco interesante en el mundo del metal… pero nunca al nivel que había tenido en Maiden; no había grandes arenas, ni giras mastodónticas, ni grandes festivales…

Smith quizá fue el que más perdido estuvo. Editó un disco nada más salir de Maiden que fracasó en toda regla, “Silver and Gold”. Fue de aquí para allá con varios proyectos, hasta que se planteó dejar la música por un tiempo. Y un día Bruce le llamó para “Accident of Birth”, momento en el que resucitó, sin gran repercusión, pero siempre con el buen regusto que dejan su imagen y estilo.

Dadas estas circunstancias, quizá todos pensaron, y mayormente Harris, Dickinson y Smallwood, que lo más sensato era “reunir a la banda”. Sin grandes aspavientos comenzaron los contactos, las conversaciones, las condiciones… Al final todo fue más sencillo de lo que parecía, y en un abrir y cerrar de ojos la vuelta de Bruce y Adrian estaba hecha, manteniendo en su puesto a Janick Gers, algo que quizá fue inesperado para muchos fans que posiblemente le querían fuera ante la vuelta de Smith. Ahora bien, en justicia hay que decir hubiera sido inadecuado que Gers se machase, básicamente porque él fue uno de los que procuró, dentro de sus cualidades, que la banda siguiese fresca y activa en los escenarios, y aguantó el tirón junto a los demás con muchísima dignidad. Y todo despegó con la gira “Ed Hunter Tour”, pareja al lanzamiento del juego Ed Hunter, calentando motores y preparando el escenario para un nuevo lanzamiento en estudio.








El regreso de la formación clásica de Maiden fue un hito que creo cambió el panorama del metal. El final del siglo XX nos ofrecía, quizá como a finales de los 70’, un panorama disperso en el que muchas bandas ya habían agotado su crédito. El heavy metal clásico se precipitó al vacío a principios de los 90’, lo mismo que otras tendencias como el thrash metal, el power metal… El grunge ya estaba más que amortizado, el nu metal se perdía en la mediocridad y en la confusión… Surgían bandas por doquier de metalcore, góticas, death, el metal nórdico se extendió con un sinfín de bandas, el metal progresivo ganaba adeptos lentamente… pero no había nombres que dejasen su huella con la firmeza de unos Sabbath, Priest, Maiden o Metallica.

El regreso de Maiden espoleó la vuelta a lo clásico, removiendo todo un maremágnum en el que otros clásicos fueron vistos nuevamente con buenos ojos, casos de Scorpions, Judas Priest, Accept, Helloween… El power metal volvió con fuerza, apareciendo bandas, sobre todo en Europa, que combinaron con mucho acierto metal progresivo y el power más clásico… Y ocurrió algo más que curioso: Maiden volvió al estrellato, a ocupar un estatus que no tenía desde 1988, publicando discos que volvían a estar en lo más alto de las listas (“Brave new world”, “The Final Frontier”, “The Book of Souls”). Nunca fueron conformistas y se limitaron a hacer música viviendo de rentas; más al contrario, arriesgaron y sacaron mucha más punta a una vena progresiva que tiene sus máximos exponentes en “A matter of life and death” y “The Final Frontier”. Buena parte de los fans nunca aceptaron esta orientación musical, algo que, por otro lado, no es nuevo para la banda, pues lo mismo ocurrió en otras transiciones, léase “The Number of the Beast” o “Somewhere in time”. Pero, por enésima vez, los resultados están a la vista, y nadie puede decir que Iron Maiden viva de rentas o haya hecho discos mediocres.

La banda de Harris consiguió en estos últimos 20 años un éxito mayor que en los 80’, arrasando allí por donde pasan, haciendo plenos en aforos de hasta 50.000 personas, y provocando los mismos delirios en cada ciudad donde descargan que en su época dorada. Cada gira de Maiden es un ritual por etapas en el que miles y miles de fans se dan cita para disfrutar de lo nuevo y lo viejo, para ver sobre los escenarios a una banda que lleva en activo más de 40 años, pero que sigue siendo, increíblemente, un referente en cuanto a shows en vivo, lo cual es todo un milagro en una escena plagada de bandas más jóvenes y un negocio musical mucho más despiadado que hace 30 años.

No creo que ninguno de nosotros pensase en que Maiden estuviesen hoy donde están, yo al menos no. Quizá el único que lo pensaba y lo tenía claro era Bruce, como afirma en su libro; intuyo que porque sabía del potencial que tuvieron en los 80’, y sabía del potencial que tendrían en el recién estrenado siglo XXI para volver a hacer de Iron Maiden una banda muy grande. Y lo cierto es que no se equivocó ni un poco.






*Artículo realizado por Lesmes Manuel Rivas Iglesias.
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IRON MAIDEN. Saku Suurhall. Tallinn. 26/05/18.

Nuestro compañero, Fernando Leal o más conocido por todos nosotros como "Lord Of The Flights", nos trae su experiencia del que fue un primer magnífico y espectacular show lleno de sorpresas y "mucha magia". ¡Nunca faltando a sus citas mundiales!

13 de noviembre del 2017. Esa es la fecha en la que se anunció la gira europea de la Doncella de Hierro, es decir, han tenido que pasar más de seis meses para que por fin la maquinaria se pusiera en marcha y salieran a la carretera. Para qué, dirán sus detractores. Ya era hora dirán sus defensores.

El motivo de la gira de este año no era la promoción de un nuevo disco ni continuar la de The Book Of Souls, cosa que no tendría sentido, sino la del juego para móviles de la banda, Legacy Of The Beast, algo que sinceramente, y desde mi punto de vista pues no lo veo lógico. De hecho, yo nunca hubiera hecho una gira para promocionar algo así. Pero como mi opinión no cuenta, y ellos, salvo impedimentos referidos a la salud, van a salir a la carretera como cada año y con lo que quieran, este era un motivo como otro cualquiera. Es decir, según el “calendario – Maiden”, este curso tocaba gira de grandes éxitos, que de no equivocarme, lo llevarán a otros puntos del planeta el año que viene.


En Estonia, concretamente en Tallinn su capital, se realizaría era la primera parada de estos dos meses y medio en los que estarán dando 38 conciertos por toda Europa. Era la primera vez que tocaban en este país, y no tenía yo muy claro que la respuesta fuera masiva por parte de los estonios a tenor de otras fechas recientes en Rusia y sus antiguas repúblicas donde el público no respondió masivamente, como sucedió por ejemplo en Kaunas hace un par de años. Sin embargo cuando llegué al pabellón, sobre las 18:30, media hora después de abrirse las puertas, las colas para entrar eran considerables, y al final, sin llegarse al sold-out, se cubrieron al menos en un 95% las 7200 localidades de las que dispone el pabellón.


Previamente hubo la espera para el First To The Barrier, donde se juntó el ansia de los afortunados que ganaron el sorteo, con una policía poco dispuesta a aguantar tonterías, que a base de sacar a pasear la porra, calmaron a unos cuantos ansiosos. Después del concierto me contaron que no fue un First To The Barrier plácido ni mucho menos. De hecho, al parecer fue muy incómodo con muchos golpes y empujones. Tomar nota.

Sin un cacheo muy excesivo, entré al pabellón y la primera parada obligada era el merchandising. Sinceramente, no tenía muchas esperanzas puestas en él, pero para los que queráis saber qué llevaban, lo resumiré fácilmente: este año me voy a ahorrar mucho dinero. Y eso que aún no he hablado del precio, pues 35€ por camiseta, “las baratas”, en Estonia ya es caro. Tiemblo en otros sitios. Sin embargo, me estaba refiriendo a los diseños. Quizá sea el merchandising más flojo de la historia de Iron Maiden en la que destaca la camiseta del nuevo Eddie para la gira, pero que aún así, se queda simplona al poner únicamente la cabeza del Eddie, pues el resto, basadas en el cómic en buena parte, llaman muy poco la atención, por no hablar de esas extrañas reediciones a las que nos tienen acostumbrados, como poner Aces High por un lado y A Matter Of Life And Death por otro. Además, no hay camisetas con las fechas de los conciertos, en unas ponen los países, y en otra, las ciudades, aunque sin fecha alguna. Pero bueno, que para gustos los colores.

Puntualmente como suele pasar con Maiden, salieron unos teloneros, Killswitch Engage en esta ocasión, que aunque tienen veinte años de historia, siete discos en el mercado, y ningún familiar de Maiden en sus filas, no lograron entusiasmar al público. De hecho, sus 45 minutos se hicieron pero que muy largos, salvándose, con reservas, quizá el segundo y tercer tema, pero después, uffffff….. inaguantables. Que tendrán sus fans, pero se vuelve a cumplir que el telonero de Maiden, desde hace muchos ni gusta ni encaja. Cerraron con una versión metalcore del Holy Diver de Dio que fue lo más reseñable. Con eso digo todo. Algo me dice que me los voy a saltar bastantes veces.

En fin, que allí nadie estaba para ver a los americanos, sino a unos británicos que siguen haciendo las delicias de muchos, pese a unos cuantos que viven para criticar. Yo, la vedad, no tenía muchas esperanzas en un setlist de grandes éxitos. Que si, que les voy a ver y me van a gustar porque hace mucho que están en mi adn, pero no estaba precisamente entusiasmado con el set que me pudieran ofrecer. En cambio, hablando con miembros de la crew de la banda, estaban muy excitados por lo que Maiden iban a ofrecer sobre el escenario, cosa que no te suelen decir. ¿Sería para tanto?


Poquito antes de las nueve de la noche, las luces se apagaron y Ufo comenzó a sonar con su Doctor Doctor, eterna y soberbia intro que es santo y seña de la Doncella, y que cuando deje de ponerme el vello de punta, será el momento de dejarlo. Pero como lo sigue haciendo, pues ahí que estoy. Mientras, dos miembros de la crew, uniformados como soldados, fueron quitando los típicos telones para descubir el escenario, cubierto de hojas y con alambre de espino en la parte de arriba como si fueran a tocar Paschendale. Por supuesto, el escenario sigue, y ya desde 1990, con la misma estructura.

Todas las vistas se volvieron a las pantallas a ver con qué intro nos sorprendían esta vez, pues últimamente se curraban unos vídeos bastante espectaculares. Pero aquí no hicieron nada eso, pues las imágenes en blanco y negro del discurso de Churchill y del consiguiente vídeo se plasmaron en una pantalla de altísima definición, bastante mejor que en las anteriores giras como se comprobó a lo largo de la noche. Es decir, Aces High sería la primera de la noche. Mejor al principio que al final para que la voz de Bruce la cante mucho mejor, ya que, como se vio en la gira del Maiden England, donde era la primera de los bises, le costaba, y mucho, llegar a los exigentes tonos.

La banda salió, como siempre, como un cañón, arropada con un nuevo telón de un bombardeo en el aire y además, novedad, un Spitfire que se estuvo paseando por el escenario desde el techo. Ninguna novedad con respecto a los músicos, pero si en Bruce, que esta vez dejó de lado sus estrafalarios pantalones desde su vuelta con el grupo, y salió ataviado con pantalones de cuero, chaqueta corta y un casco de bombardero. Ni que decir tiene que carreras para un lado y para otro tanto de él como de un eterno Harris. La locura de Gers en su extremo y unos archi profesionales Smith y Murray. El sonido era apabullante y eso que era el primer tema. También pudiera ser que la adrenalina se desbordara, pero aquello daba la impresión de sonar muy bien.


Fuera el telón de Aces High y apareció otro con una fortaleza nevada y un teleférico, todo en medio de un ataque. No tardaron en empezar a sonar los acordes de Where Eagles Dare, recuperada desde el 2005, con un Dickinson ataviado cual Clint Eastwood como soldado en la nieve en la película del mismo título. Adrian con su Jackson verde, Dave con su Fender negra y Janick con la suya, Fender también, blanca atacaban el tema mientras un McBrian destrozaba las baquetas en su batería vestida esta vez con los motivos de las vidrieras del cómic y con su clásico osito vestido esta vez con casaca roja y correaje blanco. Dos temas pero que muy exigentes para iniciar. La apuesta estaba clara.
2 Minutes To Midnight fue la siguiente, volviéndose a cambiar el telón, este ya de todos conocidos, y cambiándose Bruce para colocarse un chaleco de camuflaje. Está claro que la persona responsable del vestuario iba a currar mucho más que otras veces. Estuvo bien, pero para mi, quizá por las tantas veces que la he visto, me supo a poco.

Luces apagadas apareciendo un nuevo telón con un Eddie muy guerrero con pinturas azules sobre su cuerpo y más soldados atrás adivinándose la bandera de Escocia. Salió Bruce de nuevo con chaqueta negra, ahora con capucha y presentando The Clansman. Adrian se enfundó su Gibson negra y Dave también cambió a su Fender marrón – caramelo. Arrancó Harris con la intro acústica ante un público enfervorecido, pues hacía quince años que esto no sonaba en directo. No tardó Bruce en quitarse la capucha y agarrar una espada mientras defendía el tema. Aquello estaba siendo magnífico, y la interpretación de la canción fue soberbia.

Nuevo telón, esta vez con Eddie a caballo, y eso significaba, muy a mi pesar, que el telón de The Trooper lo han cambiado y para mal. Además, Dickinson, para sorpresa general, no se enfundó su eterna guerrera roja. Un inconmensurable Smith, y cuando no es fiesta, con su Jackson verde junto a Dave y Janick tocaron el tralladísimo tema al tiempo que un Eddie aparecía por primera vez en el escenario con la imagen de The Trooper. ¿Muy pronto? Bueno, hay que cambiar. Bruce, al igual que en la gira pasada, luchó con el Eddie en cuestión, pero esta vez fue un duelo a espada ambos a pie de escenario. Por si fuera poco, no hubo agitación de banderas inglesas, sino que la que agitó, fue la bandera de Estonia. Todo un detalle que supongo que irá repartiendo en los diferentes países. Aquí llegó el primer conato de pirotécnica con un único fogonazo. Se podía decir que al concluir The Trooper, la parte dedicada a la guerra, o primer acto si lo preferís, había llegado a su fin. 


Ahora tocaba la parte de la religión. Nuevo corto silencio para la nueva ambientación del escenario. Un telón con una de las vidrieras del juego, supongo, y cuatro lámparas medievales que bajaron del techo y que se encendieron mientras Bruce, con una túnica, larga, amplia, parecida a los andrajos de un monje de la época del medievo, sirvió para un Revelations que siempre será devastador. Sus casi siete minutos pasaron volando. Fue de lo más grande de la noche. Y es que este tema, no debería retirarse nunca del set.


Sin que sirva de precedente, no se cambió el telón y Bruce, ahora con camisa negra, está claro que este año tiene todo un vestuario para la gira, se dirigió a la audiencia para presentar una canción que anunció hablaba de la religión, y que a la postre, para mi, era y sigue siendo la mejor canción de aquel A Matter Of Life And Death. Me refiero a la grandiosa For The Greater Good Of God, que, aunque el público, la aceptó bien, precisamente no fue el clímax del concierto. Te tienes que dejar la piel para interpretarla, es de las más duras, a pesar que Bruce volvió a dejar clara su profesionalidad.

Para levantar los ánimos, apareció The Wickerman, con su correspondiente y conocido telón, algo extraña en medio del setlist, que aunque no es la primera vez que sucede, estamos más acostumbrados a verla como apertura como cuando la tocaban para abrir en su correspondiente gira. En mitad del set list queda como que le falta algo.


Una de las grandes sorpresas de la noche fue la inclusión de The Sign Of The Cross, segundo tema de la época de Blaze que se tocaba en la noche, que también incluyó un nuevo telón jugando un poco con el Eddie del Brave New World supongo que haciendo el papel de dios, y con una mano en primer plano sujetando una cruz con la cara de Eddie en ella. Bruce apareció con una elegante túnica negra, con la capucha puesta y una enorme cruz iluminada en la mano. Aquí se desplegó la pirotecnia tanto a nivel de fuego, como de petardos, aunque también hay que decir que no les quedó perfecta, ya que algún gambazo metieron en su interpretación. Una pena el ver los petardos utilizados, ya que si ya los habían gastado, significaba que Rime Of The Ancient Mariner no iba a sonar.


Pequeño silencio mientras el escenario se volvía a transformar para dar cabida a la mayor sorpresa de la noche, pues llegaba el turno de Flight Of Icarus. Un Ícaro enorme con sus alas desplegadas bajó del techo, llegando los cuatro minutos más apasionantes de la noche. A fin de cuentas, para mi era la primera vez que la veía en directo. Si además añades que Bruce iba armado con un doble lanzallamas que daría cuenta de Ícaro junto con fuego saliendo también de la parte de arriba del escenario, uno se puede imaginar que el espectáculo era increíble. Es cierto que fue la que más le costó a Dickinson, pero el esfuerzo mereció la pena. El segundo acto llegaba a su fin.


Para iniciar el tercer acto, la parte oscura, llegó la gran decepción de la noche, eterna ya a estas alturas en mi opinión personal. Y es que era el turno de Fear Of The Dark, que si, que es muy buena y todo lo que queráis, pero es un bajón de tres pares de narices después de verla gira tras gira. El pabellón la corea entera y todo eso, sin embargo para mi es el tema que más sobra. Que ni mucho menos es malo, pero cansa. Si bien es cierto que si un día anunciaran que no la tocan más, seguro que al menos un tercio de las entradas no se venderían, y resalto lo de al menos. Para decir algo positivo, la puesta en escena también fue novedosa, pues junto con un telón sobre oscuras nubes, Dickinson apareció cual Fantasma de la Ópera, con sombrero de copa, máscara y candil incluido. 


Tal como es la estructura de Iron Maiden, tras Fear Of The Dark, le tendría que llegar la ocasión a Iron Maiden, mas de nuevo sorprendieron, ya que llegó el turno de The Number Of The Beast. Bien, pues esto significaba que está no llegaría en los bises, cosa que yo celebro. Sorprendió ver a Bruce enfundado en una cruzada de cuero que yo no le recuerdo haber visto en la vida. Espectacular. De tan trilladísima como está la canción, fue de las que menos impresión me causó pese a los nuevos diablos del escenario y el gran telón con la boca abierta con las llamas dirigiéndose hacia ella y por consiguiente al inframundo.

Ahora si, llegó el emblema de Iron Maiden con su canción homónima, y un telón como de lava, con un Bruce tonteando con Janick Gers y un impresionante Eddie alzándose tras la batería en forma de diablo con enormes cuernos y boca terroríficamente dentada, además de un pentagrama sobre el cráneo. Solamente puedo decir una cosa: qué grande eres Alberto.
 

Llegaba la hora de los bises, donde yo, inocentemente, esperaba una verdadera sorpresa, cosa que no sucedió, pues empezaron estos con The Evil That Men Do. ¿Tanto les costaba cambiarla por Infinite Dreams por ejemplo? Pues debe ser que si. Que sonó muy bien tras el telón de nubes, pero… esperaba algo más.

Excesivo silencio para lo que es un concierto de Iron Maiden mientras el público se decantaba por una u otra canción según sus gustos. Las nubes siguieron tras la batería a la vez que se vaciaban las vidrieras, y apareció una jaula – celda en la que Bruce con camisa blanca de chorreras iniciaba las primeras estrofas de Hallowed Be Thy Name, mientras Harris pedía palmas al público. No tardó en salir del techo la consabida soga del ahorcado, sonando el tema aplastante y dejando claro que los problemas legales con la canción, parece que han llegado definitivamente a su fin. Una suerte recuperarla. 

Llevaban ya quince temas, lo habitual últimamente, y a pesar de haber tocado solo dos en los bises, no esperaba que tocaran una más, pero si que lo hicieron, dejando para el final Run To The Hills. ¡Pero hombre, no! Esto no se hace. Si vas a tocarla, que ya la podían haber dejado de lado y tocar otra, acaba con Hallowed, no con Run To The Hills. En cualquier caso, ese fue el fin de fiesta, despidiéndose con el consabido lanzamiento de púas y muñequeras.

Cuando miré el reloj, habían pasado una hora y cuarenta y cinco minutos, cosa que también me sorprendió, pues cuando hacen una gira de grandes éxitos, no suelen estar en el escenario más de hora y media.

En resumen, el setlist es mejorable, siempre lo será, pero es mucho mejor de lo que yo pensaba y esta es una opinión generalizada. Solo les pido que si hacen algún cambio, sea para mejor y no para incluir Wratchild en sustitución de otra. La puesta en escena es simplemente grandioso. Es el espectáculo más grande a nivel de teatralización que han llevado en su vida y te deja con la boca abierta en varias ocasiones. También es cierto que no soy muy imparcial, pero al césar lo que es del césar.

Up The Irons!!!!!!!

Set list Iron Maiden:
Doctor Doctor (Intro) Churchill’s Speech (Intro) 
01. Aces High 
02. Where Eagles Dare 
03. 2 Minutes To Midnight 
04. The Clansman 
05. The Trooper 
06. Revelations 
07. For The Greater Good Of God 
08. The Wicker Man 
09. Sign Of The Cross 
10. Flight Of Icarus 
11. Fear Of The Dark 
12. The Number Of The Beast 
13. Iron Maiden Bises: 
14. The Evil That Men Do 
15. Hallowed Be Thy Name 
16. Run To The Hills 
 Always Look On The Bright Side Of Life (Outro) 

Reseña: Fernando Leal
Imágenes: John McMurtrie (Iron Maiden), Fernando Leal & friends.
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Comentamos "The Book Of Souls: Live Chapter"



Otro disco en directo de Iron Maiden, sí. Muchos se preguntan si es necesario, mientras a otros muchos amantes del grupo británico (entre los que me incluyo) les gustaría tener un recuerdo así, casi, de cada gira. En cualquier caso estamos en pleno 2017 y nuestros chicos rondan los 60 años, por tanto nadie espera que tengan la energía que tenían en sus comienzos ni que Bruce cante como en el ´82, pero aun así este disco es una muestra de que Iron Maiden es la banda más en forma de todas las que rondan su longevidad, incluso por encima de bandas con 10 y hasta 15 años menos.


No quiero analizar lo que me transmite cada tema individualmente, ni explicar cada uno de sus matices porque estoy demasiado enfermo y aburriría al fan más acérrimo, pero sí que me gustaría destacar aspectos generales como por ejemplo la interpretación de la banda. Es verdad que quizá este sea el directo oficial donde más notamos la edad en la voz de Bruce (obvio), pero es de admirar cómo, a pesar de no tener el fuelle que tenía en los 90s, es capaz de llegar a las notas que pide cada canción con un dramatismo que va creciendo con el paso de los años. Tenemos buena muestra de ello, por ejemplo, en temas como Children Of The Damned, The Red And The Black o The Great Unknown. Del resto de músicos qué puedo decir… Todos mantienen el gran nivel de los últimos años, que no es decir poco. Eso sí, en cuanto a los guitarras, es notable como Adrian Smith ha ido ganando cada vez más peso desde su regreso y si en la época del Brave New World su comportamiento era más como el de un recién llegado, desde entonces ha ido comiendo terreno, recuperando algunos de sus “solos”, sacándose de la chistera una nueva armonía para el riff melódico de The Trooper, o simplemente improvisando adornos para enriquecer el directo.


En cuanto al sonido he de decir que me ha ido ganando con las escuchas, y si al principio me sonaba un poco “seco” el bombo de Nicko, ahora todo me suena espectacular (hasta me parece que las guitarras están un poco más altas que en cualquiera de sus últimos discos en directo, quizá sea solo una sensación). Así que no tengo más que felicitar a Tony Newton y Steve Harris por ese sonido tan “de verdad” que nos transporta muy fidedignamente a un show en vivo de nuestra querida “Doncella de Hierro”.


Quizá como punto negativo tengo que decir que me hubiera gustado que incluyeran Tears Of A Clown para completar este Live Chapter, y si me apuras Hallowed Be Thy Name, pero parece ser que sólo han decido incluir el set que interpretaron en la segunda parte del The Book of Souls World Tour, algo parecido a lo que hicieron en Flight 666, aunque aquella vez optaron por la primera parte de aquel maravilloso tour.


Sí es cierto que debido a que Iron Maiden tiene muchos (y buenos) directos editados, no recomendaría este como su primera incursión a Iron Maiden en vivo a alguien que no sea fan o que no haya, por lo menos, vivido de primera mano algún concierto de la gira de The Book Of Souls. Lo que está claro es que The Book Of Souls Live Chapter es una muestra de honestidad de lo que una banda ofrece en directo y cómo lo plasma en un disco, sin trampa ni cartón. Muy pocos pueden decir esto sin sonrojarse.

Álex 5erna

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The Blaze Factor

Mucho tiempo ha pasado desde que Iron Maiden publicara el adorado y a la vez odiado “The X factor” en 1995; un disco que creó una fuerte división de opiniones acerca de la validez y la vigencia compositiva de la banda. En una época de grandes tormentas de cambio, no solo en el seno de la banda sino también en el del Heavy metal y el rock en general, se gestó un álbum que fue espejo de los caminos tortuosos y difíciles por los que pasaba el grupo; y muy concretamente su cabeza visible, Steve Harris. Pero pongámonos en situación y recordemos los precedentes:

En 1993, Bruce Dickinson deja la banda después de prácticamente once años de estar a la cabeza del buque junto a Steve Harris, por cuestiones musicales, de afinidad, por ambición propia y porque las relaciones se habían deteriorado… principalmente con Harris. Detrás, una colección de álbumes exitosos y giras apabullantes alrededor del mundo, que dejaba un hueco con un peso duro de llevar para el que fuera el nuevo cantante. A todo esto, Harris no pasaba su mejor época ya que por aquel entonces estaba en proceso de divorcio con su antigua esposa Lorraine, siendo un punto de inflexión en su vida y todo lo que rodeaba a ella, incluido Maiden por supuesto. Aunque nunca dio atisbos de debilidad y desidia, y siempre apostó por la continuidad de la banda con o sin Dickinson. El mismo Harris reconoció que fueron momentos difíciles, y que su divorcio, y el hecho que el cantante de aquella poderosa maquinaria que era y es Iron maiden se marchara, le puso en un estado de indecisión y duda; tanto así que por unas pocas horas Iron Maiden estuvo acabado en su mente. Se cuenta que en una de esas reuniones post era Dickinson de la banda, fue el propio Dave Murray quién puso las cartas sobre la mesa y alentó a sus compañeros a seguir, ya que según él la banda no podía acabarse por el mero hecho de que uno de sus integrantes se fuera, y que aún quedaban cuatro músicos con muchas ganas de seguir tocando.

Pasados esos momentos de inflexión, se pusieron manos a la obra para conseguir al que fuese sustituto de Dickinson. Se dice que a las oficinas de Sanctuary Group llegaron centenares de cintas demo con posibles candidatos a cantante; de hecho, entre los nombres conocidos estuvieron Doogie White y André Matos de la banda Angra. Pero entre bambalinas era casi un secreto a voces que el llamado a cubrir esa vacante era un tal Blaze Bayley, cantante por aquel entonces de la banda Wolfsbane, y que tenía una buena amistad con los miembros de la banda, especialmente con Harris. Encima ya habían compartido escenario, ya que Wolfsbane fueron teloneros de Maiden en su gira inglesa Intercity Express Tour de 1990, promocionando “No prayer for the dying”. Esto y el factor de que Bayley era inglés, amante del fútbol y la cerveza, elocuente, bien manejado con las audiencias y que tuvo de su lado la confianza de Harris, fue suficiente para que a finales de 1993 le anunciaran como el sucesor de Dickinson.

Así pues, el plan para el nuevo año 1994 era la composición y grabación de lo que sería su nuevo álbum. Pero parece que los incidentes y las trabas no dejaban de producirse: Blaze tuvo un accidente con su moto que le mantuvo apartado casi un año de toda actividad, incluida una pequeña gira warm up que tenían pensado hacer ese mismo año como introducción para los fans. Después del retraso que sufrió la grabación del disco, el grupo entra en Barnyard Studios, el estudio de grabación que Harris tenía por aquel entonces en su casa de Essex. El 26 de septiembre se publica como adelanto el single “Man on the edge”, y es finalmente el 02 de octubre de 1995 cuando sale a la luz para todo el mundo “The X Factor”. Iron Maiden estaban en el punto de mira, no solo de los fans sino también de toda la escena musical heavy y rockera. No era para menos, era el nuevo disco de Maiden con su nuevo cantante. A todo esto, el panorama musical ya no era el mismo que cuando Iron Maiden arrasaban el mundo en la década de los 80. El negocio había virado hacia otros estilos de metal, y el entonces llamado Nu metal y otros géneros alternativos y extremos empezaban a copar portadas de revistas y emisoras de radio. No eran los mejores tiempos para el heavy de corte más clásico.

Con portada de Hugh Syme, quien había trabajado anteriormente con bandas como Rush y Megadeth, la nueva tapa del disco era un Eddie macabro; medio lobotomizado, medio descarnado. El concepto general del arte del disco distaba de lo que Maiden nos tenían acostumbrados con Derek Riggs y sus ilustraciones más del estilo cómic. Esta vez era una maqueta que imprimía un mayor realismo a Eddie, como si fuese un ente o zombie de carne y hueso. Tanto fue el realismo de la portada que tuvieron que hacer una alternativa en el mismo folleto del CD, con Eddie en una silla eléctrica y sin estar en primer plano, ya que tuvieron algunos problemas e incidencias en algunos países para la promoción del álbum. Desde luego, Iron Maiden querían romper con la línea que estuvieron siguiendo; hacer algo diferente y tejer otra línea de expresión: primero con la portada, el arte del disco y su promoción. Luego con su música…

La temática general de “The X factor”, tanto en las líricas como en la música, tiene un matiz sombrío con respecto a anteriores álbumes que se mueven entre la literatura, la ficción, los hechos históricos, las gestas bélicas… con ese toque positivo y ufano en algunas de sus letras. Esta diferencia se hace sobre todo patente con los dos discos anteriores. Este nuevo álbum nos muestra un tratamiento de las letras aún más profundo, cuestionando la condición humana y el sentido de la vida, y haciendo una introspección minuciosa por los rincones y esquinas del psique humano. Hay una constante, que es la búsqueda del porqué del daño en el Mundo, de lo ético y lo moral, del sentido de la vida y las secuelas psicológicas de las guerras. La pregunta “por qué y para que estamos en este Mundo” se hace insistente en varios de sus cortes. Si Maiden quería hacer algo diferente con este disco, nada mejor que empezar con un tema compuesto por Harris de poco más de once minutos. Unos cantos gregorianos, profundos y cavernosos en su introducción, nos muestran las credenciales de un álbum que poco tenía que ver con los años dorados de la banda. La naturaleza del mismo nos invita al cuestionamiento, y a la reflexión. No sería un disco fácil de digerir…

“Sign of the cross” tiene cierto nexo con la novela de Umberto Eco “El Nombre de la Rosa” (1980), y los entresijos en una orden religiosa del siglo XIV; también se dice que en él se desarrolla el tema de la inquisición… Sea como fuere, contiene una entrada majestuosa, seguida de una retahíla de cambios musicales y grandes coros, con una parte central instrumental que denota la fuerza de la lírica, y el dramatismo de cada una de las estrofas de su letra. Y como a veces suele ocurrir, es de esos temas infravalorados y olvidados en la discografía de Maiden, que tuvo su punto álgido en la magnífica performance para el doble directo y vídeo “Rock in Rio”.

Hay una cosa clara en la creación de este disco producido por Steve Harris y Nigel Green, quien estuvo presente como ingeniero en la grabación de “The number of the beast”, y es que tiene una producción limpia y cuidada. Los espacios entre instrumentos se abren y dejan aflorar una base rítmica de bajo y batería marcada, consistente y sólida. Puede que demasiado, ya que las guitarras quedan en cierto modo relegadas al fondo, y pierden ese gancho electrizante al cual Maiden nos tenía acostumbrados. Pero como he dicho antes, la banda quería o tenía la intención de dar una vuelta de tuerca… William Golding y su novela de 1954 “Lord of the flies” fueron inspiración para la letra del siguiente corte. Compuesto por Harris y Gers, es un tema de corta duración con una estructura sencilla. La letra ensalza el carácter y la fuerza interior de las personas en momentos de necesidad, y ese natural instinto animal y de supervivencia que poseen. “Lord of the flies” fue el segundo single del álbum, y fue editado el 02 de febrero de 1996. El tercer tema “Man on the edge” es el más rápido del disco; un disco que contiene medios tempos en buena parte de sus composiciones. Está basado en la película “Falling down” (1992, “Un día de furia” en España), que trata sobre la hostilidad vertiginosa que produce el modus vivendi en las grandes urbes modernas, y el fracaso y la frustración en el que se sume su principal protagonista. “Man on the edge” tiene ese punto rápido y vertiginoso que caracteriza a composiciones como “Be quick or be dead” o “Moonchild”, el cual funcionó muy bien en directo. Los solos de Gers y Murray le imprimen un dinamismo que va en perfecta concordancia con lo que quieren expresar letra y música. Es de los temas más recordados y que más calaron de la era Bayley, que lo compuso junto a Gers. A partir de aquí, empieza un puñado de cortes con introducciones lentas y medios tempos que marca la tónica general del álbum, y que tiene su continuidad con “Fortunes of war”. Un preámbulo melancólico da paso a un solo de Murray. Así, hasta un típico cambio de velocidad al cual Maiden nos tiene tan acostumbrados. El trasfondo del argumento es la angustia que siente un soldado al regresar a casa, después de haber luchado en una guerra. Las pesadillas y las obsesiones se vuelven perennes, y su lucha interna contra todo lo vivido en aquel conflicto se torna en un constante cuestionamiento.

“Look for the truth” es otra canción introspectiva que comienza de forma lenta, y rompe en un cambio muy heavy, con un Blaze cantando con firmeza y nervio la necesidad de liberarse de los fantasmas y miedos del pasado, y así enfrentarse a su cita con la verdad. La soledad del protagonista, y ese pasado que le atormenta, se representa en la frialdad que evoca el habitáculo de su alma y su mente, como una espada envenenada que le atraviesa. Una composición muy íntima del terceto Bayley, Gers, Harris. Para “The aftermath”, Harris, Bayley y Gers hacen un nexo con la temática bélica y psicológica de “Fortunes of war”. La trama persiste en el cuestionamiento de las guerras, y el porqué de su finalidad. La ética del vencedor y el vencido se diluyen en el dolor físico y psicológico que dejan detrás de sí los conflictos. El personaje, el soldado, nos habla in situ desde el campo de batalla, como un cronista de los horrores que en él se viven, y nos invita a plantear la duda acerca del mérito de estar en el frente; siente que al final, después de todo, nadie gana, como el fracaso de un horror que pudo ser evitado. Un gran solo de Murray irrumpe hacia el último estribillo.

Si hay algo que caracteriza a “The X Factor” es su recalcado matiz sombrío y reflexivo, algo que se puede apreciar en varias de sus letras. Además, el álbum marcó el comienzo de una nueva vía u orientación musical que se añadiría al estilo de la banda, y que sería en cierta forma, en cuanto a estructuras y secuencias, la base para algunos de los temas que vendrían a partir de la década del 2000: introducciones lentas y ambientales, desarrollos instrumentales largos, medios tiempos más marcados, outros a modo de epílogos, fraseos a dos guitarras que toman una mayor preponderancia en la melodía principal, y un mayor protagonismo de los teclados en cuanto a arreglos o como “colchón musical”. Como dijimos, Harris pasaba por una época difícil y confusa. Y eso se vio reflejado claramente en sus textos; de hecho, Harris dijo en alguna oportunidad que hacer “The X Factor” fue como una especie de terapia para él. Una forma de liberarse de todo aquello que le afligía. No por nada, Steve considera este disco como uno de sus preferidos de entre toda la discografía de Maiden. Y no es para menos, hizo del disco algo íntimo y personal, que le dio cabida para escribir temas como el que sigue…

“Judgement of heaven” es un tema en el que Harris se desnuda completamente. Con una narrativa cruda y juiciosa acerca del significado de la vida, en su letra, de tono afligido y casi depresivo, el personaje plantea su existencia y todo en lo que alguna vez creía. Incluso sugiere la posibilidad del suicidio como salida a ese estado de languidez, pero finalmente admite su ínfima capacidad de aferrarse a la vida. Para ello, recurre a la divinidad buscando respuestas y así enfrentar a su destino, y poder recuperar su identidad y sus creencias. Curiosamente, la canción tiene una cierta aura musical optimista, con un riff de guitarra muy marcado, que hace contraste con el argumento depresivo de la letra. Hay un solo de Murray muy corto, pero que entra como un haz de luz hacia un fraseo a doble guitarra que se extiende hasta el último estribillo, cuya melodía te engancha desde el primer momento.

Para “Blood on the world’s hands”, Harris se muestra especialmente crítico, y medita nuevamente acerca de las miserias de la sociedad y la indiferencia de las personas hacia los horrores que ocurren en el mundo, las cuales viven una vida apacible en su mundo occidental. Otra vez persiste la cuestión de la guerra como eje principal de la trama, inspirándose en un tema de actualidad en aquel momento como la Guerra de Los Balcanes. En la letra, Steve expresa la impotencia que siente al ver en los medios de información tanta injusticia y dolor, y el hecho plausible de que no estamos tan seguros: el horror puede venir a tocar nuestras puertas. La introducción en forma de solo de bajo, es premonitorio del dramatismo lírico y musical por el que discurre la canción. “Sangre en las manos del mundo” implora Bayley con voz firme, mientras unos teclados le dan ese punto trágico a la composición.

Harris, Bayley y Gers, vuelven nuevamente con otro tema, “The edge of darkness”, inspirado en la película “Apocalypse Now” (1979) de Francis Ford Coppola. La historia transcurre en la Guerra de Vietnam, y recurre otra vez a las vivencias de un personaje que vive in situ no solo el contexto de un conflicto, sino también los avatares de su viaje por la jungla, a través del curso de un río. La letra plasma algunos diálogos de la película, que está basada a su vez en la novela de Joseph Conrad “Heart of Darkness” (1899), y muestra los horrores y sinsentidos de la guerra. La canción empieza con el sonido de unos helicópteros, con cierto parecido a la película, mientras una introducción cadenciosa crea un aura melancólica, que estalla de forma contundente para luego proyectarse en una cabalgada musical marca Harris. Un solo de Janick y Murray da paso a un doble punteo de guitarra que es de los mejores del disco. “The edge of darkness” fue un tema que dio bastante juego en directo, y posiblemente sea de los más redondos que se compusieron en aquel período.

El penúltimo tema del álbum tiene un vínculo bastante acusado con “Judgement of heaven”, y es la obsesiva y reiterada reflexión acerca del sentido de la vida. En “2 A.M.”, la letra muestra un sentido de desasosiego e inconformidad del individuo hacia su propia monotonía vital, y la trivialidad de su entorno. Sentado, en el silencio de la noche, el protagonista replantea su vida, y lanza preguntas buscando respuestas en cada rincón de su habitación. Otro tema de Bayley, Gers y Harris, que trasmite ese sentido incierto y opaco como tónica general del álbum; además, junto a “Judgment of heaven”, son de los dos temas que más acusan un cariz autobiográfico. “2 A.M.”, sin ser de las canciones más recordadas de “The X Factor”, posee uno de los solos de guitarra más preciosos de todo el disco.

Y así, llegamos al cierre del álbum con “The unbeliever”. Harris repite en las líricas el ciclo de la introspección que tanto aduce en el disco, acusando una falta de autoestima y fe en sí mismo para encarar su vida. Hay una constante retirada, que impide a “el incrédulo” acudir a su encuentro con la verdad. El sentido espiritual emerge en un intento de entender ese vacío. “The X Factor” no fue un disco fácil; ni lo es ahora. Cuando fue publicado, el mundo viraba hacia otros modos musicales. Los seguidores más acérrimos y ortodoxos de Maiden y del heavy en general, que vivieron aquella época de esplendor de la década de los 80, no entendieron un álbum como este. Y más aún, no entendieron a un vocalista como Bayley cantar temas oscuros y cuasi depresivos, con una producción alejada del brillo de los 80. Por otro lado, probablemente los fans que crecieron escuchando a Maiden en los 90, son los que se acercaron con más apertura y afinidad a un disco introvertido y de carácter reflexivo; puede que hasta hosco en algunos de sus planteamientos…

Es un hecho que la voz de Blaze cazó con la propuesta musical de “The X Factor”. Una voz menos brillosa que la de Dickinson y más áspera, es lo que demandaban temas como “Look for the truth” o “Blood on the world’s hands”. Además, Bayley participó en el proceso compositivo del álbum, y eso, para bien o para mal, le imprimió de una nueva personalidad a la banda, al menos en cuanto a las composiciones se refiere.

No es menos cierto que Bayley, aunque pudo poner todo su empeño, venía de otro tipo de estilo. Con Wolfsbane, se movía entre el hard rock y el heavy inglés, muy cercano a lo que hacían bandas como The Almighty en ese momento. Incluso se solía comentar el cierto parecido de su voz con la de David Lee Roth. Su modo de cantar era desenfadado y más rasgado si se podría decir, alejado de las connotaciones épicas y líricas de Maiden, donde tuvo que moverse en otras tesituras musicales, sobre todo a la hora de encarar los temas clásicos. Al adaptarse al estilo de Maiden, también adoptó ciertas formas de expresión como el vibrato en la voz, un efecto musical conexo al estilo de Dickinson. Pero el problema real no vino con el disco de estudio, sino con su rendimiento encima del escenario… Bayley simplemente no podía con los temas clásicos de Maiden, desafinaba, y eso es algo que acusó mucho en su rendimiento vocal, dado el esfuerzo al que se sometía al poder siquiera tratar de llegar a las notas. Si bien es cierto que le puso todas las ganas y se ganó a los fans por su entrega, cercanía y humildad, era evidente que no estaba a la altura de una banda con el legado de Maiden. Aparte, Blaze venía de una banda de clubes y de mediano o pequeño aforo. Y aunque Iron Maiden no llenaba en esa época tanto como en sus años precedentes o como hoy en día, ponerse delante de medianos o grandes aforos cada noche, y arengar a un público fiel y tradicional como Maiden, no era ni de lejos lo mismo que con Wolfsbane, y más aun sabiendo quien había ocupado antes ese lugar. Aun así, y con todo, la banda dio buenos conciertos en aquella gira The X Factour 1995/96, muchos de ellos con gran energía como atestiguan las crónicas de la época.

“The X Factor” tuvo una buena cosecha en cuanto a caras B de singles. “Judgement day”, “I live my way” y “Justice of the peace” formaron parte del single “Man on the edge”, que consta de dos partes en CD y un picture disc en sus formatos. Temas que por cierto tienen una buena calidad y perfectamente podrían haber estado en el álbum. “Lord of the flies” trajo consigo dos versiones clásicas: “My generation” de The Who, y el clásico de clásicos dentro del mundo Maiden “Doctor, doctor” de Ufo. El 02 de septiembre de 1996 se publica “Virus”, un single que acompañaba a la publicación del recopilatorio “Best of the Beast”. Nuevamente editado en dos partes, el primer CD traía una versión corta del tema, más las mismas versiones de The Who y Ufo del single de “Lord of the flies”. Y el segundo CD, la versión completa de “Virus”, más las versiones de “Sanctuary” y “Wrathchild” que salieron en el recopilatorio “Metal for muthas” de 1980. También hubo una versión LP, que incluía las versiones de “Prowler” e “Invasion”, tomadas de su demo “The soundhouse tapes” de 1979.

Debo reconocer que cuando salió “The X Factor” lo cogí con bastante brío. De hecho, en aquella época no había otra forma de informarte sobre los nuevos lanzamientos que en algunas revistas musicales o en los muy contados programas de radio. A veces ni eso. Fue encontrarme la cinta de cara y llevármela conmigo. Ni que decir que se abría un nuevo mundo para mí. Y asiento que defendí el disco entre gente que lo menospreciaba, incluso diciendo que Iron Maiden estaban acabados… ¡ja! Es un disco nada fácil de escuchar, y objetivamente, con el paso del tiempo comprendí que para un seguidor que ha vivido toda aquella época de esplendor musical de la banda en los 80, le resulte complicado penetrar en las entrañas de un disco como “The X Factor”. Incluso entiendo que no guste nada. Con perspectiva musical, el álbum tiene dos o tres temas realmente para el directo. Los demás son un ejercicio de introspección, de afinidad del primer momento. O te gusta o no te gusta. Otro “factor” a tomar en cuenta es que para poder entenderlo mejor hace falta tomarse su tiempo, y entablar una relación música y letra en cada momento, y así poder captar ese aura especial que hace del álbum un punto y aparte dentro de la vasta discografía de Maiden. Creo que allí reside el factor X.

Redacción:
Mariano López Ponce
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27 ANIVERSARIO "NO PRAYER FOR THE DYING" (1990)

Nadie duda de que “World Slavery Tour” fue la gira que colocó definitivamente a Iron Maiden en el pódium de las bandas más importantes del metal a mediados de los 80 del siglo pasado, ni de que “Seventh Tour of a Seventh Tour” les consagró como uno de los más grandes grupos de todos los tiempos. “The Number of the Beast” les había situado en el mapa internacional, pero no sucedió hasta la promoción de “Powerslave” que la relevancia internacional de la Doncella se hizo patente y manifiesta. Sus discos emanaban una calidad indiscutible y ofrecían algo diferente que los demás no proponían. No obstante, creo que el éxito llegó más por el empeño de los muchachos de Harris en ofrecer unos directos sensacionales que por la mera promoción de obras talentosas. Los discos editados y las giras realizadas entre 1984 y 1988, 4 años que culminaron con Maiden como cabezas de cartel del entonces más prestigioso festival de Donington Park (antes Monsters of Rock, hoy Download), concedieron a Iron Maiden el estatus de grandes del heavy metal, con mayúsculas y apenas sin concesiones. Tres giras que sometieron a millones de fans en todo el mundo, y tres discos que contribuyeron al asentamiento del heavy metal como estilo musical dentro del rock y que constituyeron una evolución novedosa dentro del género, siendo el germen para que otras bandas cambiasen el panorama del metal en la segunda mitad de la década de los 80. Con este contexto previo, la publicación de “No prayer for the dying” el 1 de octubre de 1990 dejó a muchos fans en una situación de cierta confusión, incluso de clara decepción.

Recuerdo las noticias previas a la publicación del disco, hace ya la friolera de 27 años; pensad que a mediados de 1990 no existía internet, y prácticamente toda la información que teníamos de las bandas de rock duro y heavy metal provenía de medios más o menos especializados y a cuentagotas, como poco de mes en mes. Como antecedentes a la edición de “No prayer for the dying” fuimos testigos de la aparición de “Tattoed Millionaire” (8 de mayo de 1990), primer disco en solitario de Bruce Dickinson, que alimentó toda clase de rumores, si bien desde el primer momento el cantante había asegurado que se trataba de un divertimento, una vía de escape para su creación musical, y que nada tenía que ver con Maiden ni con abandonar a la Doncella. Poco tiempo después recibimos con sorpresa y conmoción la salida de la banda de Adrian Smith; supuestamente el guitarrista no se encontraba cómodo en la banda y no podía dar lo que Steve Harris le pedía. Adrian necesitaba también, al igual que Bruce, dar salida a otras inquietudes musicales, y no parecía que Maiden colmase por entonces sus aspiraciones; años después supimos que el cansancio acumulado en las giras y la dirección musical por la que se optó para “No prayer for the dying” fueron las verdaderas razones para que el guitarrista dejase el grupo. De forma casi inmediata Janick Gers, que había participado en la grabación de “Tattoed Millionaire” y en la gira de su promoción, se incorporaba a la formación de la Doncella. Pese al evidente vacío que dejaba Smith, todo lo que emanaba de la banda por entonces eran elogios hacia Gers y mensajes que abundaban en lo bien que se sentían en los ensayos, lo extraordinario del acoplamiento entre Dave Murray y Gers, y lo positivas que serían luego las sesiones de estudio, puesto que los temas que conformarían el disco estaban ya compuestos y arreglados cuando Smith abandonó el barco. Nuevamente, como había ocurrido en el pasado con la marcha de otros miembros carismáticos como Paul Di'Anno o Clive Burr, la maquinaria Maiden se mostraba implacable para con los cambios en su formación, independientemente del peso que tuviese el músico en cuestión.

El contexto era incierto, algo convulso, pero que la banda continuase su camino como si nada hubiese pasado daba a los fans tranquilidad, máxime cuando las primeras declaraciones de Harris sobre el nuevo disco hacían mención a la vuelta a sus raíces, a canciones menos complejas, algunas de las cuales podían haber estado incluidas en “Piece of mind”. Irremediablemente me sentí pletórico cuando leí por primera vez las palabras de Steve sobre la nueva obra... ¿No iba a ser glorioso un nuevo disco de Maiden que nos sacudiese con una mezcla de estilos, con una continuación de “Seventh son of a seventh son” aderezada de viejos matices de “Iron Maiden” y Killers, y con una vuelta a las estructuras imponentes de “Piece of mind”? Harris decidió que el álbum se grabase en su casa de campo en Essex, utilizando el Rolling Stone Mobile, un estudio móvil creado en su día para la grabación de discos de The Rolling Stones, pero que acabaría siendo usado por otras grandes bandas de rock británicas como Deep Purple, The Who, The Faces o Led Zeppelin entre otras. Nunca me quedó claro si esta decisión fue tomada para abstraer a la banda en un entorno tranquilo y familiar, procurando así un ambiente relajado para la grabación, o bien, como dicen algunas fuentes, no había fechas disponibles en los estudios que Maiden deseaban y se optó finalmente por la casa de Harris para no demorar más las sesiones de estudio. De lo que no cabe ni una pequeña duda es de que esta situación puso a prueba toda la habilidad profesional y personal de Martin Birch para producir un disco en un entorno tan poco adecuado y con un soporte técnico casi obsoleto.

El 10 de septiembre de 1990 se publicó el primer adelanto del álbum, “Holy smoke”. Mi primera impresión fue algo confusa; en un principio tuve la sensación de que habían buscado un single al estilo de “Can I play with madness”, algo radiable, juguetón, con melodía reconocible y comercial. Pero tras degustarlo varias veces arraigó en mí cierto estado de decepción. La producción era sensiblemente distinta a los discos predecesores, más cruda sí, pero impropia de una banda como Iron Maiden con el estatus que habían alcanzado y tenían que defender. En cualquier caso, “Holy smoke” es un corte resultón, con un videoclip desenfadado, tanto que da la sensación de que no hubo demasiado trabajo ni esfuerzo para grabarlo. Presenta en sociedad a Janick Gers, que nos deja un solo efectivo pero que adelantaba un estilo sucio del guitarrista, como así acabó por instalarse en los álbunes siguientes, y que sólo se mitigó para “The Book of Souls”. Los medios y el público en general recibieron bien el single, llegando al número 3 de los charts británicos, aunque algunos hicieron notar que el estilo vocal de Bruce, rasgado y rabioso, supuestamente no tenía demasiado lugar en Maiden. Esta crítica siempre me pareció fuera de lugar, y todavía hoy leo cosas en este sentido. Bajo mi punto de vista, evidencia que muchos de los “críticos” o fans que escribían y escriben sobre Maiden realmente no han escuchado a la Doncella con la suficiente atención; baste revisar “22 Acacia Avenue”, “Powerslave” o “The evil that men do” para comprobar que Dickinson ya había usado esa voz rasgada antes. “Holy smoke” adolece, pese a su dinamismo, de una estructura demasiado rígida, con poca fluidez, lo que indica falta de acierto en los arreglos, algo que con seguridad se debió a la ausencia de Adrian Smith; esa falta de fluidez será norma en todo el disco. El sencillo “Holy smoke” se publicó en formato vinilo (7” y 12”) así como en CD. Como caras B la banda hizo constar una versión de “All in your mind”, de Stray, y una versión de “Kill me ce soir”, de Golden Earring.

Por fin, el 1 de octubre, salió a la venta “No prayer for the dying”. Aún rememoro aquellas primeras escuchas recién iniciada mi etapa vital de universitario, y con qué avidez me hice con el disco y corrí al piso compartido para pincharlo. El diseño que Riggs trabajó para la portada no fue de los mejores, mostrando a Eddie saliendo de una tumba y agarrando a un hombre por el cuello, hombre que con el tiempo se supo que era Jimmy Swaggart, predicador evangelista radical y homofóbico, que había usado la imagen de Steve Harris para decir de él que era el mismísimo Lucifer, y que Iron Maiden eran una banda satánica. En posteriores reediciones la figura de Swaggart fue eliminada del diseño.

Ya en el ámbito musical, el primer corte, “Tailgunner”, se inicia al puro estilo Maiden, pero menos agresivo que otros comienzos como “Moonchild” o “Aces high”. En líneas generales es un buen tema, pero para mí tiene una pega, y no menor: el puente hacia los solos de guitarra, que suena forzado y sin ideas, restando efectividad. Tras una apertura que deja bastante buen sabor de boca, el álbum continúa con “Holy smoke”, primer sencillo, para seguir con la canción homónima al disco. “No prayer for the dying” presenta una estructura parecida a “Remember tomorrow”, con un arranque lento que gana velocidad y dureza en un desarrollo instrumental que sustituye a un estribillo cantado; vuelve la melodía inicial y se produce otro desarrollo instrumental potente que desemboca en los solos de guitarra. El tema tiene buena intención, cae bien, pero la parte de los solos y su desenlace hacia unos versos cantados por Bruce de forma trágicamente suplicante vuelve a mostrar sensación de piñón fijo y falta de ideas a la hora de los arreglos. “Public Enema Nº1” es un cambio de tercio muy interesante. Compuesta por Murray y Dickinson, la canción se sale de los esquemas habituales de composición de la banda y nos muestra a unos Maiden más modernos que podían moverse fácilmente hibridando hard rock y metal clásico. El solo de Murray es de los mejores que habrá grabado Davey en toda su carrera con la Doncella hasta hoy, certificando uno de los cortes más sobresalientes de todo el álbum. Tras el torbellino de “Public Enema Nº1” nos topamos con “Fates warning”, un tema en mi opinión subestimado, y que creo que está entre los 2 ó 3 mejores cortes del disco. Es un tema típico de Maiden en el que encontramos a un Bruce pletórico y que explota todo su potencial, un estribillo ganador, y unas guitarras dobladas que se comenzaban a echar de menos. Lástima que esta canción nunca fuese tocada en directo.

En el ecuador del álbum aparece “The Assassin”; para mí es un corte que si no lo hubiesen grabado nunca no se hubiese perdido nada. Arranca con una instrumentación progresiva, para seguir con unas estrofas lentas que nos conducen a un estribillo falto de chispa y casi infantil. “Run silent run deep” es la expresión máxima en este disco de cómo componer una buena canción pero destrozarla en su resultado final por no haber tenido más chispa en los arreglos. El inicio es inquietante, dando la sensación de que, efectivamente, viajas dentro de un submarino por las profundidades del mar; siempre me ha parecido muy loable la capacidad que Iron Maiden han tenido todos estos años para ambientar instrumentalmente las temáticas de sus canciones. Pero cuando comienza la estrofa se evidencia una clara falta de imaginación para componer riffs más adecuados al desarrollo de la canción. Bajo mi punto de vista, sólo el estribillo y las guitarras dobladas que siguen al solo de Murray salvan del desastre a una canción que, mejor tratada, hubiera sido una de las destacadas del álbum. “Hooks in you” es una composición al alimón entre Adrian Smith y Bruce Dickinson, y se nota. El riff es Smith en estado puro, y quizá estemos ante el tema más roquero y comercial de toda la obra. Sólo tiene un pero: la desidia de Gers a la hora de hacer el solo de guitarra, uno de los más anodinos que me he echado a la cara en toda mi vida. Llegamos así hasta “Bring your daughter... to the slaughter”, una canción que Bruce había compuesto inicialmente para la banda sonora de “Pesadilla en Elm Street V”, pero que finalmente acabó en el disco por petición de Harris. Este corte es, como “Public Enema Nº1”, bastante innovador en relación a la tradición compositiva de Maiden. Dada la temática que desarrolla, la instrumentación crea un ambiente de tensión e incertidumbre, conteniendo un poderoso estribillo y uno de los mejores solos de guitarra que Gers haya compuesto en toda su carrera, que no han sido muchos por desgracia para Maiden. Y finaliza el álbum con “Mother Russia” que, al igual que “The Assassin”, podría no haber nunca visto la luz y el mundo hubiera seguido rodando sin más; riff al estilo tradicional ruso que nos lleva a una estructura instrumental calcada sin demasiado esmero por variarla de “Seventh son of a seventh son”, y una letra que pretende ser una reflexión sobre la deriva desde el imperio de los zares hasta la Perestroika, pero no pasa de una serie de versos vacíos sin rigor histórico ni social.

Analizando el disco en sí mismo hay varias cosas que resultan evidentes; la primera, que Martin Birch hizo todo lo que pudo, pero el resultado en ningún caso colma las expectativas de una producción adecuada, algo que Bruce Dickinson reconocería públicamente años después. La casa de campo en Essex de Harris puede que facilitase un ambiente distendido y agradable, pero no ayudó a conseguir la acústica más apropiada para el disco de una de las mayores bandas de metal por entonces; tampoco el Rolling Stone Mobile era el equipamiento técnico necesario para afrontar la grabación del disco. La segunda, que en modo alguno “No prayer for the dying” supuso una vuelta a las raíces, ni tampoco podía colocarse al lado de “Piece of mind”, como pretendía Steve Harris. Es cierto que después de dos discos innovadores y complejos como “Somewhere in time” y “Seventh son of a seventh son”, el nuevo álbum era más simple y directo; pero no se acercaba ni de lejos a sus primeras obras, y por descontado tampoco a álbunes como “The Number of the Beast” o “Powerslave”; sólo “Tailgunner” o “Fates warning” guardaban esa esencia, mas el disco en su conjunto es muy distinto de sus primeros 7 álbunes. La tercera, la marcha de Smith es notoria y significativa. Aunque todos los temas estaban compuestos antes de la salida del guitarrista (de hecho Adrian participó en la composición y los ensayos), la ausencia de Smith se evidencia sobremanera en la falta de ideas a la hora de arreglar las canciones, de insuflarles chispa, fluidez y frescura. Por otro lado, comenzó a quedar claro que Janick Gers no iba a llenar el hueco dejado por Smith, no sólo porque el estilo era enormemente distinto (suciedad, licks de repetición como estrategia casi única, y anarquía contra mesura, sentimiento y elegancia), sino porque, como sería visible en discos posteriores, la capacidad de Janick para aportar a los arreglos era mínima.

Durante años, cada vez que he hablado sobre “No prayer for the dying” con más gente les he dicho siempre lo mismo: nos encontramos ante un paquete de buenas canciones (si nos olvidamos de “The Assassin” y “Mother Russia”) que con una buena producción y unos arreglos certeros hubieran conformado un álbum mucho mejor que lo que finalmente ofrecieron al público. Hubiera sido igualmente rupturista con “Seventh son of a seventh son”, destilaría más calidad, funcionaría mejor en directo, y sin duda tendría mucha mejor consideración de la que tiene. Si observamos el disco dentro del continuo de la carrera de Maiden, el paso atrás es innegable. Vaya por delante que la banda pretendía dar un golpe de timón y acercarse a una música más sencilla y menos progresiva, algo menos intrincado que los últimos dos discos; son conocidas las declaraciones de Bruce, Steve y Nicko McBrain en ese sentido. Pero el resultado no fue bueno. Es cierto que los temas son más directos y menos complicados instrumentalmente; no obstante, la deficiente producción y la falta de ideas, frescura y acierto en la concepción final de casi todos los cortes dieron al traste con lo que pudo haber sido un disco talentoso que se acercara al hard rock desde la esencia Maiden. Recuerdo que tras varias escuchas de “No prayer for the dying” me vino a la mente “Live in London”, la grabación en directo de un concierto de The Entire Population of Hackney en 1985, banda que conformaron McBrain, Smith, Dave Colwell, Andy Barnett y Martin Connoly tras el descanso de “World Slavery Tour”; aquélla sí hubiera sido la dirección apropiada a seguir, con temas hard rock aderezados pura esencia Maiden. Incluso un tema como “Son of a gun”, del primer álbum en solitario de Bruce, hubiera sido un rumbo deseable.

La gira de promoción del álbum, bautizada como “No prayer on the road”, comenzó el 19 de septiembre de 1990 en Milton Keynes (Reino Unido), y terminó el 21 de septiembre en Toulon (Francia), pasando por Europa, Canadá, EEUU y Japón. El setlist llegó a incluir hasta 7 temas del nuevo disco: “Tailgunner”, “Holy Smoke”, “No prayer for the dying”, “Public Enema Nº1”, “The Assassin”, “Hooks in you” y “Bring your daughter … to the slaughter”; tal era la fe que la banda tenía en su nueva obra, y tales eran las ganas de dar carpetazo a su etapa anterior. El escenario también era bien diferente; tras puestas en escena tan impresionantes como las plasmadas en “World Slavery Tour”, “Somewhere on Tour” y “Seventh Tour of a Seventh Tour”, la Doncella regresaba a las tablas con un decorado tan simple como torres de Marshalls, telones de fondo (ya nunca desaparecerían del stage) y un efectivo juego de luces. El atuendo de los músicos también varió: con la excepción de Harris y McBrain, los demás abandonaron las mallas para ceñirse vaqueros ajustados. Pero el verdadero atractivo de la gira era otro: ver al nuevo miembro de la banda, a Janick Gers, el sustituto de Adrian Smith. Janick no era un guitarrista elegante y sobrio como Smith, y ya había adelantado que no iba a tocar las partes grabadas por Adrian de la misma forma. Ciertamente el desempeño de Gers a nivel instrumental varió poco de lo demostrado en el disco, exhibiendo su estilo hardrockero y sucio, lo cual se dejó notar en demasía cuando atacaba los solos que anteriormente tocaba Smith, si bien en algunas ocasiones intentó no variar demasiado los mismos. Pero supo compensar esa carencia con una energía sobre el escenario inusitada, que además contagió a Dave Murray. Durante los primeros años de carretera de Maiden, eran Harris y Murray quienes se mostraban más dinámicos en los shows. Cuando Bruce se convirtió en miembro de la banda, Harris y él fueron los catalizadores del escenario, quedándose Dave en un papel comedido y pareciéndose cada vez más a Smith, que siempre lo daba todo desde un rol más pasivo. Gers le devolvió la energía a Davey, y los conciertos de Maiden se convirtieron de repente en una locura, con 4 músicos enloquecidos correteando de aquí para allá mientras desgranaban cada tema del setlist. De esta forma se compensaban dos cosas: la falta de una escenografía pomposa no se echaba de menos, ya que tenías a cuatro de los cinco integrantes moviéndose de aquí para allá en todo momento, captando toda la atención del público. Y por otro lado, las carencias técnicas de Gers se pasaban por alto gracias a sus cabriolas y gestos de guitar hero. De hecho, aunque en mi opinión buena parte de los nuevos temas sonaban flojos en vivo en comparación con los clásicos, los medios en general trataron positivamente esta gira, significando precisamente el ímpetu que había traído consigo Janick Gers y cómo se había ganado al público en unos pocos shows.

Como regalo de Navidad, la banda publicó un segundo single, “Bring your daughter… to the slaugther”, el 24 de diciembre de 1990. Al igual que el primer sencillo, se editó en formato vinilo (7” y 12”), así como en CD. Las dos caras B escogidas para escoltar la canción fueron “I’m a mover”, cover de Free, y “Communication breakdown”, versión de Led Zeppelin. Este sencillo es el único que tiene el honor de haber conseguido el nº1 en los UK Singles Chart.

Iron Maiden habían iniciado un declive de ventas desde “Somewhere in time”, y “No prayer for the dying” no arregló el desaguisado, aunque, todo hay que decirlo, los resultados comerciales pudieron haber sido peores y no lo fueron, obteniendo un meritorio nº2 en las listas británicas. “No prayer on the road” también fue una gira muy aceptable en cuanto a número de fechas y afluencia de público. De cara a lo que Steve y el resto de músicos buscaron, podría decirse que de alguna forma consiguieron su objetivo. Pero con el transcurrir de los años se evidencia que el álbum no soporta el paso del tiempo. Sólo “Tailgunner” y “Bring your daugther… to the slaughter” sobrevivieron para el siguiente tour; sólo la segunda volvería a ser tocada, y aún hoy podría encajar en un setlist.

Redacción:
Lesmes Manuel Rivas Iglesias para MaidenSpainFC
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