Mucho tiempo ha pasado desde que Iron Maiden publicara el adorado y a la vez odiado “The X factor” en 1995; un disco que creó una fuerte división de opiniones acerca de la validez y la vigencia compositiva de la banda. En una época de grandes tormentas de cambio, no solo en el seno de la banda sino también en el del Heavy metal y el rock en general, se gestó un álbum que fue espejo de los caminos tortuosos y difíciles por los que pasaba el grupo; y muy concretamente su cabeza visible, Steve Harris. Pero pongámonos en situación y recordemos los precedentes:
En 1993, Bruce Dickinson deja la banda después de prácticamente once años de estar a la cabeza del buque junto a Steve Harris, por cuestiones musicales, de afinidad, por ambición propia y porque las relaciones se habían deteriorado… principalmente con Harris. Detrás, una colección de álbumes exitosos y giras apabullantes alrededor del mundo, que dejaba un hueco con un peso duro de llevar para el que fuera el nuevo cantante. A todo esto, Harris no pasaba su mejor época ya que por aquel entonces estaba en proceso de divorcio con su antigua esposa Lorraine, siendo un punto de inflexión en su vida y todo lo que rodeaba a ella, incluido Maiden por supuesto. Aunque nunca dio atisbos de debilidad y desidia, y siempre apostó por la continuidad de la banda con o sin Dickinson. El mismo Harris reconoció que fueron momentos difíciles, y que su divorcio, y el hecho que el cantante de aquella poderosa maquinaria que era y es Iron maiden se marchara, le puso en un estado de indecisión y duda; tanto así que por unas pocas horas Iron Maiden estuvo acabado en su mente. Se cuenta que en una de esas reuniones post era Dickinson de la banda, fue el propio Dave Murray quién puso las cartas sobre la mesa y alentó a sus compañeros a seguir, ya que según él la banda no podía acabarse por el mero hecho de que uno de sus integrantes se fuera, y que aún quedaban cuatro músicos con muchas ganas de seguir tocando.
Pasados esos momentos de inflexión, se pusieron manos a la obra para conseguir al que fuese sustituto de Dickinson. Se dice que a las oficinas de Sanctuary Group llegaron centenares de cintas demo con posibles candidatos a cantante; de hecho, entre los nombres conocidos estuvieron Doogie White y André Matos de la banda Angra. Pero entre bambalinas era casi un secreto a voces que el llamado a cubrir esa vacante era un tal Blaze Bayley, cantante por aquel entonces de la banda Wolfsbane, y que tenía una buena amistad con los miembros de la banda, especialmente con Harris. Encima ya habían compartido escenario, ya que Wolfsbane fueron teloneros de Maiden en su gira inglesa Intercity Express Tour de 1990, promocionando “No prayer for the dying”. Esto y el factor de que Bayley era inglés, amante del fútbol y la cerveza, elocuente, bien manejado con las audiencias y que tuvo de su lado la confianza de Harris, fue suficiente para que a finales de 1993 le anunciaran como el sucesor de Dickinson.
Así pues, el plan para el nuevo año 1994 era la composición y grabación de lo que sería su nuevo álbum. Pero parece que los incidentes y las trabas no dejaban de producirse: Blaze tuvo un accidente con su moto que le mantuvo apartado casi un año de toda actividad, incluida una pequeña gira warm up que tenían pensado hacer ese mismo año como introducción para los fans.
Después del retraso que sufrió la grabación del disco, el grupo entra en Barnyard Studios, el estudio de grabación que Harris tenía por aquel entonces en su casa de Essex. El 26 de septiembre se publica como adelanto el single “Man on the edge”, y es finalmente el 02 de octubre de 1995 cuando sale a la luz para todo el mundo “The X Factor”. Iron Maiden estaban en el punto de mira, no solo de los fans sino también de toda la escena musical heavy y rockera. No era para menos, era el nuevo disco de Maiden con su nuevo cantante. A todo esto, el panorama musical ya no era el mismo que cuando Iron Maiden arrasaban el mundo en la década de los 80. El negocio había virado hacia otros estilos de metal, y el entonces llamado Nu metal y otros géneros alternativos y extremos empezaban a copar portadas de revistas y emisoras de radio. No eran los mejores tiempos para el heavy de corte más clásico.
Con portada de Hugh Syme, quien había trabajado anteriormente con bandas como Rush y Megadeth, la nueva tapa del disco era un Eddie macabro; medio lobotomizado, medio descarnado. El concepto general del arte del disco distaba de lo que Maiden nos tenían acostumbrados con Derek Riggs y sus ilustraciones más del estilo cómic. Esta vez era una maqueta que imprimía un mayor realismo a Eddie, como si fuese un ente o zombie de carne y hueso. Tanto fue el realismo de la portada que tuvieron que hacer una alternativa en el mismo folleto del CD, con Eddie en una silla eléctrica y sin estar en primer plano, ya que tuvieron algunos problemas e incidencias en algunos países para la promoción del álbum. Desde luego, Iron Maiden querían romper con la línea que estuvieron siguiendo; hacer algo diferente y tejer otra línea de expresión: primero con la portada, el arte del disco y su promoción. Luego con su música…
La temática general de “The X factor”, tanto en las líricas como en la música, tiene un matiz sombrío con respecto a anteriores álbumes que se mueven entre la literatura, la ficción, los hechos históricos, las gestas bélicas… con ese toque positivo y ufano en algunas de sus letras. Esta diferencia se hace sobre todo patente con los dos discos anteriores. Este nuevo álbum nos muestra un tratamiento de las letras aún más profundo, cuestionando la condición humana y el sentido de la vida, y haciendo una introspección minuciosa por los rincones y esquinas del psique humano. Hay una constante, que es la búsqueda del porqué del daño en el Mundo, de lo ético y lo moral, del sentido de la vida y las secuelas psicológicas de las guerras. La pregunta “por qué y para que estamos en este Mundo” se hace insistente en varios de sus cortes.
Si Maiden quería hacer algo diferente con este disco, nada mejor que empezar con un tema compuesto por Harris de poco más de once minutos. Unos cantos gregorianos, profundos y cavernosos en su introducción, nos muestran las credenciales de un álbum que poco tenía que ver con los años dorados de la banda. La naturaleza del mismo nos invita al cuestionamiento, y a la reflexión. No sería un disco fácil de digerir…
“Sign of the cross” tiene cierto nexo con la novela de Umberto Eco “El Nombre de la Rosa” (1980), y los entresijos en una orden religiosa del siglo XIV; también se dice que en él se desarrolla el tema de la inquisición… Sea como fuere, contiene una entrada majestuosa, seguida de una retahíla de cambios musicales y grandes coros, con una parte central instrumental que denota la fuerza de la lírica, y el dramatismo de cada una de las estrofas de su letra. Y como a veces suele ocurrir, es de esos temas infravalorados y olvidados en la discografía de Maiden, que tuvo su punto álgido en la magnífica performance para el doble directo y vídeo “Rock in Rio”.
Hay una cosa clara en la creación de este disco producido por Steve Harris y Nigel Green, quien estuvo presente como ingeniero en la grabación de “The number of the beast”, y es que tiene una producción limpia y cuidada. Los espacios entre instrumentos se abren y dejan aflorar una base rítmica de bajo y batería marcada, consistente y sólida. Puede que demasiado, ya que las guitarras quedan en cierto modo relegadas al fondo, y pierden ese gancho electrizante al cual Maiden nos tenía acostumbrados. Pero como he dicho antes, la banda quería o tenía la intención de dar una vuelta de tuerca…
William Golding y su novela de 1954 “Lord of the flies” fueron inspiración para la letra del siguiente corte. Compuesto por Harris y Gers, es un tema de corta duración con una estructura sencilla. La letra ensalza el carácter y la fuerza interior de las personas en momentos de necesidad, y ese natural instinto animal y de supervivencia que poseen. “Lord of the flies” fue el segundo single del álbum, y fue editado el 02 de febrero de 1996.
El tercer tema “Man on the edge” es el más rápido del disco; un disco que contiene medios tempos en buena parte de sus composiciones. Está basado en la película “Falling down” (1992, “Un día de furia” en España), que trata sobre la hostilidad vertiginosa que produce el modus vivendi en las grandes urbes modernas, y el fracaso y la frustración en el que se sume su principal protagonista. “Man on the edge” tiene ese punto rápido y vertiginoso que caracteriza a composiciones como “Be quick or be dead” o “Moonchild”, el cual funcionó muy bien en directo. Los solos de Gers y Murray le imprimen un dinamismo que va en perfecta concordancia con lo que quieren expresar letra y música. Es de los temas más recordados y que más calaron de la era Bayley, que lo compuso junto a Gers. A partir de aquí, empieza un puñado de cortes con introducciones lentas y medios tempos que marca la tónica general del álbum, y que tiene su continuidad con “Fortunes of war”. Un preámbulo melancólico da paso a un solo de Murray. Así, hasta un típico cambio de velocidad al cual Maiden nos tiene tan acostumbrados. El trasfondo del argumento es la angustia que siente un soldado al regresar a casa, después de haber luchado en una guerra. Las pesadillas y las obsesiones se vuelven perennes, y su lucha interna contra todo lo vivido en aquel conflicto se torna en un constante cuestionamiento.
“Look for the truth” es otra canción introspectiva que comienza de forma lenta, y rompe en un cambio muy heavy, con un Blaze cantando con firmeza y nervio la necesidad de liberarse de los fantasmas y miedos del pasado, y así enfrentarse a su cita con la verdad. La soledad del protagonista, y ese pasado que le atormenta, se representa en la frialdad que evoca el habitáculo de su alma y su mente, como una espada envenenada que le atraviesa. Una composición muy íntima del terceto Bayley, Gers, Harris.
Para “The aftermath”, Harris, Bayley y Gers hacen un nexo con la temática bélica y psicológica de “Fortunes of war”. La trama persiste en el cuestionamiento de las guerras, y el porqué de su finalidad. La ética del vencedor y el vencido se diluyen en el dolor físico y psicológico que dejan detrás de sí los conflictos. El personaje, el soldado, nos habla in situ desde el campo de batalla, como un cronista de los horrores que en él se viven, y nos invita a plantear la duda acerca del mérito de estar en el frente; siente que al final, después de todo, nadie gana, como el fracaso de un horror que pudo ser evitado. Un gran solo de Murray irrumpe hacia el último estribillo.
Si hay algo que caracteriza a “The X Factor” es su recalcado matiz sombrío y reflexivo, algo que se puede apreciar en varias de sus letras. Además, el álbum marcó el comienzo de una nueva vía u orientación musical que se añadiría al estilo de la banda, y que sería en cierta forma, en cuanto a estructuras y secuencias, la base para algunos de los temas que vendrían a partir de la década del 2000: introducciones lentas y ambientales, desarrollos instrumentales largos, medios tiempos más marcados, outros a modo de epílogos, fraseos a dos guitarras que toman una mayor preponderancia en la melodía principal, y un mayor protagonismo de los teclados en cuanto a arreglos o como “colchón musical”. Como dijimos, Harris pasaba por una época difícil y confusa. Y eso se vio reflejado claramente en sus textos; de hecho, Harris dijo en alguna oportunidad que hacer “The X Factor” fue como una especie de terapia para él. Una forma de liberarse de todo aquello que le afligía. No por nada, Steve considera este disco como uno de sus preferidos de entre toda la discografía de Maiden. Y no es para menos, hizo del disco algo íntimo y personal, que le dio cabida para escribir temas como el que sigue…
“Judgement of heaven” es un tema en el que Harris se desnuda completamente. Con una narrativa cruda y juiciosa acerca del significado de la vida, en su letra, de tono afligido y casi depresivo, el personaje plantea su existencia y todo en lo que alguna vez creía. Incluso sugiere la posibilidad del suicidio como salida a ese estado de languidez, pero finalmente admite su ínfima capacidad de aferrarse a la vida. Para ello, recurre a la divinidad buscando respuestas y así enfrentar a su destino, y poder recuperar su identidad y sus creencias. Curiosamente, la canción tiene una cierta aura musical optimista, con un riff de guitarra muy marcado, que hace contraste con el argumento depresivo de la letra. Hay un solo de Murray muy corto, pero que entra como un haz de luz hacia un fraseo a doble guitarra que se extiende hasta el último estribillo, cuya melodía te engancha desde el primer momento.
Para “Blood on the world’s hands”, Harris se muestra especialmente crítico, y medita nuevamente acerca de las miserias de la sociedad y la indiferencia de las personas hacia los horrores que ocurren en el mundo, las cuales viven una vida apacible en su mundo occidental. Otra vez persiste la cuestión de la guerra como eje principal de la trama, inspirándose en un tema de actualidad en aquel momento como la Guerra de Los Balcanes. En la letra, Steve expresa la impotencia que siente al ver en los medios de información tanta injusticia y dolor, y el hecho plausible de que no estamos tan seguros: el horror puede venir a tocar nuestras puertas. La introducción en forma de solo de bajo, es premonitorio del dramatismo lírico y musical por el que discurre la canción. “Sangre en las manos del mundo” implora Bayley con voz firme, mientras unos teclados le dan ese punto trágico a la composición.
Harris, Bayley y Gers, vuelven nuevamente con otro tema, “The edge of darkness”, inspirado en la película “Apocalypse Now” (1979) de Francis Ford Coppola. La historia transcurre en la Guerra de Vietnam, y recurre otra vez a las vivencias de un personaje que vive in situ no solo el contexto de un conflicto, sino también los avatares de su viaje por la jungla, a través del curso de un río. La letra plasma algunos diálogos de la película, que está basada a su vez en la novela de Joseph Conrad “Heart of Darkness” (1899), y muestra los horrores y sinsentidos de la guerra. La canción empieza con el sonido de unos helicópteros, con cierto parecido a la película, mientras una introducción cadenciosa crea un aura melancólica, que estalla de forma contundente para luego proyectarse en una cabalgada musical marca Harris. Un solo de Janick y Murray da paso a un doble punteo de guitarra que es de los mejores del disco. “The edge of darkness” fue un tema que dio bastante juego en directo, y posiblemente sea de los más redondos que se compusieron en aquel período.
El penúltimo tema del álbum tiene un vínculo bastante acusado con “Judgement of heaven”, y es la obsesiva y reiterada reflexión acerca del sentido de la vida. En “2 A.M.”, la letra muestra un sentido de desasosiego e inconformidad del individuo hacia su propia monotonía vital, y la trivialidad de su entorno. Sentado, en el silencio de la noche, el protagonista replantea su vida, y lanza preguntas buscando respuestas en cada rincón de su habitación. Otro tema de Bayley, Gers y Harris, que trasmite ese sentido incierto y opaco como tónica general del álbum; además, junto a “Judgment of heaven”, son de los dos temas que más acusan un cariz autobiográfico. “2 A.M.”, sin ser de las canciones más recordadas de “The X Factor”, posee uno de los solos de guitarra más preciosos de todo el disco.
Y así, llegamos al cierre del álbum con “The unbeliever”. Harris repite en las líricas el ciclo de la introspección que tanto aduce en el disco, acusando una falta de autoestima y fe en sí mismo para encarar su vida. Hay una constante retirada, que impide a “el incrédulo” acudir a su encuentro con la verdad. El sentido espiritual emerge en un intento de entender ese vacío.
“The X Factor” no fue un disco fácil; ni lo es ahora. Cuando fue publicado, el mundo viraba hacia otros modos musicales. Los seguidores más acérrimos y ortodoxos de Maiden y del heavy en general, que vivieron aquella época de esplendor de la década de los 80, no entendieron un álbum como este. Y más aún, no entendieron a un vocalista como Bayley cantar temas oscuros y cuasi depresivos, con una producción alejada del brillo de los 80. Por otro lado, probablemente los fans que crecieron escuchando a Maiden en los 90, son los que se acercaron con más apertura y afinidad a un disco introvertido y de carácter reflexivo; puede que hasta hosco en algunos de sus planteamientos…
Es un hecho que la voz de Blaze cazó con la propuesta musical de “The X Factor”. Una voz menos brillosa que la de Dickinson y más áspera, es lo que demandaban temas como “Look for the truth” o “Blood on the world’s hands”. Además, Bayley participó en el proceso compositivo del álbum, y eso, para bien o para mal, le imprimió de una nueva personalidad a la banda, al menos en cuanto a las composiciones se refiere.
No es menos cierto que Bayley, aunque pudo poner todo su empeño, venía de otro tipo de estilo. Con Wolfsbane, se movía entre el hard rock y el heavy inglés, muy cercano a lo que hacían bandas como The Almighty en ese momento. Incluso se solía comentar el cierto parecido de su voz con la de David Lee Roth. Su modo de cantar era desenfadado y más rasgado si se podría decir, alejado de las connotaciones épicas y líricas de Maiden, donde tuvo que moverse en otras tesituras musicales, sobre todo a la hora de encarar los temas clásicos. Al adaptarse al estilo de Maiden, también adoptó ciertas formas de expresión como el vibrato en la voz, un efecto musical conexo al estilo de Dickinson. Pero el problema real no vino con el disco de estudio, sino con su rendimiento encima del escenario… Bayley simplemente no podía con los temas clásicos de Maiden, desafinaba, y eso es algo que acusó mucho en su rendimiento vocal, dado el esfuerzo al que se sometía al poder siquiera tratar de llegar a las notas. Si bien es cierto que le puso todas las ganas y se ganó a los fans por su entrega, cercanía y humildad, era evidente que no estaba a la altura de una banda con el legado de Maiden. Aparte, Blaze venía de una banda de clubes y de mediano o pequeño aforo. Y aunque Iron Maiden no llenaba en esa época tanto como en sus años precedentes o como hoy en día, ponerse delante de medianos o grandes aforos cada noche, y arengar a un público fiel y tradicional como Maiden, no era ni de lejos lo mismo que con Wolfsbane, y más aun sabiendo quien había ocupado antes ese lugar. Aun así, y con todo, la banda dio buenos conciertos en aquella gira The X Factour 1995/96, muchos de ellos con gran energía como atestiguan las crónicas de la época.
“The X Factor” tuvo una buena cosecha en cuanto a caras B de singles. “Judgement day”, “I live my way” y “Justice of the peace” formaron parte del single “Man on the edge”, que consta de dos partes en CD y un picture disc en sus formatos. Temas que por cierto tienen una buena calidad y perfectamente podrían haber estado en el álbum. “Lord of the flies” trajo consigo dos versiones clásicas: “My generation” de The Who, y el clásico de clásicos dentro del mundo Maiden “Doctor, doctor” de Ufo. El 02 de septiembre de 1996 se publica “Virus”, un single que acompañaba a la publicación del recopilatorio “Best of the Beast”. Nuevamente editado en dos partes, el primer CD traía una versión corta del tema, más las mismas versiones de The Who y Ufo del single de “Lord of the flies”. Y el segundo CD, la versión completa de “Virus”, más las versiones de “Sanctuary” y “Wrathchild” que salieron en el recopilatorio “Metal for muthas” de 1980. También hubo una versión LP, que incluía las versiones de “Prowler” e “Invasion”, tomadas de su demo “The soundhouse tapes” de 1979.
Debo reconocer que cuando salió “The X Factor” lo cogí con bastante brío. De hecho, en aquella época no había otra forma de informarte sobre los nuevos lanzamientos que en algunas revistas musicales o en los muy contados programas de radio. A veces ni eso. Fue encontrarme la cinta de cara y llevármela conmigo. Ni que decir que se abría un nuevo mundo para mí. Y asiento que defendí el disco entre gente que lo menospreciaba, incluso diciendo que Iron Maiden estaban acabados… ¡ja!
Es un disco nada fácil de escuchar, y objetivamente, con el paso del tiempo comprendí que para un seguidor que ha vivido toda aquella época de esplendor musical de la banda en los 80, le resulte complicado penetrar en las entrañas de un disco como “The X Factor”. Incluso entiendo que no guste nada. Con perspectiva musical, el álbum tiene dos o tres temas realmente para el directo. Los demás son un ejercicio de introspección, de afinidad del primer momento. O te gusta o no te gusta. Otro “factor” a tomar en cuenta es que para poder entenderlo mejor hace falta tomarse su tiempo, y entablar una relación música y letra en cada momento, y así poder captar ese aura especial que hace del álbum un punto y aparte dentro de la vasta discografía de Maiden. Creo que allí reside el factor X.
Redacción:
Mariano López Ponce