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[CRÓNICA] IRON MAIDEN - Sonisphere Spain, 16/07/2011

Con puntualidad británica, a las 21:15 horas salieron al escenario Iron Maiden para desplegar su música ante una audiencia entregada de antemano y bien preparada tras la más que efectiva descarga de unos Dream Theater renacidos tras la marcha de Portnoy (al que no se echa nada de menos, la verdad).

Si bien la luz del día amenazaba con restar espectacularidad al show, lo cierto es que tal circunstancia no afectó lo más mínimo, o por lo menos así lo percibí yo. “The Final Frontier” sonó bien, como en general suenan los temas que Iron Maiden escoge para abrir sus conciertos; no obstante, en esta gira la salida de los músicos es más comedida, sin la típica estampida sobre el escenario que siempre ha caracterizado la primera toma de contacto con el público en los shows de la banda. Pese a todo, el tema inicial sirvió como declaración de intenciones, porque independientemente de otras consideraciones, Iron Maiden siempre han comenzado sus recitales dándolo todo, algo que pocas bandas han conseguido hacer de forma continuada en el tiempo.

“El Dorado” fue contundente. Es curioso lo de este tema, que a las primeras escuchas tras su publicación en la web oficial sonaba algo anodino, y su ejecución en directo le ha otorgado una entidad tal que esta canción es enormemente efectiva en el set. Durante este tema Bruce nos arengó con un “vamos cojones” que mantuvo alerta los sentidos de la audiencia. “Two minutes to midnight” arracó la primera gran ovación del respetable, y la banda respondió con una ejecución impecable; sin duda es un tema que nunca falla en directo. A continuación atacaron con “The Talisman”; sencillamente un temazo que demuestra la capacidad de Iron Maiden, más de 30 años después la edición de su primer disco, para componer temas que pueden colocarse al lado de clásicos consagrados sin ningún tipo de dudas.

Previo desarrollo de “Coming home”, Bruce hizo un pequeño discurso sobre toda esa gente que especula con la idea de que “The Final Frontier World Tour” será su última gira; quedó claro que Dickinson no piensa para nada en que este sea el final de Iron Maiden. “Coming home”, bajo mi punto de vista, supuso un bajón en el show. Sin dudar de que se trata de un buen tema, no encontré su efectividad en vivo, lo cual se tradujo en una respuesta del público algo fría, quizá con la excepción de las primerísimas filas. No contribuyó mucho “Dance of death” para levantar la temperatura; si bien la ejecución fue correcta, sonó como un poco de trámite.

Las primeras notas de “The Trooper” volvieron a poner a la audiencia al rojo vivo, cantando cada frase y desgañitándose para acompañar a Bruce en el clásico “oh-oh-oh-oh-oh-oh-oh-oh-oooooh”. Durante las primeras estrofas pudimos comprobar que, a pesar de su condición de dioses del metal (con permiso del señor Halford), Iron Maiden son humanos, y Dickinson vió como el palo que sostenía la union jack del lado izquierdo del escenario se rompía. “Tenemos un plan”, dijo Bruce mientras ondeaba la que estaba en el lado derecho...

“The Wicker Man” fue otro momento álgido del show, sonando muy potente, con unos Maiden muy motivados en su ejecución. Nuevamente Dickinson se dirigió al público para hacernos saber que quienes allí nos habíamos congregado veníamos de muchas partes del mundo: Inglaterra, Bilbao, San Sebastián, Argentina, Chile, Francia... Y es que “somos una jodida familia Maiden... hermanos de sangre”... “Blood Brothers” ha sido desde la gira de “Brave new world” un tema que ha dado pie a este tipo de discursos que tanto gusta al público, porque le hace partícipe del éxito y la vida de Iron Maiden. También les noté motivados ejecutando este tema, lo que me hace pensar que “Brave new world” es un disco especial para la banda.

“When the wild wind blows” se me hizo algo larga; vaya por delante que es un tema que creo muy válido para el directo, pero la parte final y el solo de Gers se me hizo un poco interminable. No obstante, el público la disfrutó de principio a fin. “The evil that men do” hizo vibrar a la gente de forma notable; fue el primer instante en que vi verdaderamente suelto a Harris, que llevaba todo el concierto bastante ausente, haciendo apenas un par de las típicas carreras a que nos tiene acostumbrados. También fue el momento de la primera aparición de Eddie, durante el solo ejectuado por Smith y Gers. “Fear of the dark” mantuvo el clímax de máxima emoción entre la gente, y si bien es una canción que nunca aprecié lo bastante como para que sea fija en los setlist desde 1992, lo cierto es que la respuesta del público es más que suficiente para entenderlo, algo que Steve debe tener muy en cuenta, porque su figura se hizo también muy presente durante la ejecución del tema. “Iron Maiden” no sonó con la chispa de otras veces (a mí me dejó un pelín frío), destacando la aparición estelar de Eddie tras el archiconocido dibujo de bajo y batería y el no menos esperado “scream for me Madrid!”... un Eddie aupado tras la batería mediante el mismo mecanismo que en la gira de “Fear of the dark”, con esas manos amenazadoras a ambos lados del escenario y un no menos aterrador semblante del otrora sexto y hoy séptimo miembro de Maiden.

Terminada la primera parte del set no tardaron demasiado en salir para descargar “The Number of the Beast”, que sonó muy atronadora, manteniendo el estatus de clásico entre los clásicos de Maiden. “Hallowed be thy name” me sorprendió en el sentido de que después de muchos años la tocaron en un tempo más que cercano a la grabación original en estudio. Cerraron con “Running free”, tema que recuperan de cuando en cuando, aunque personalmente nunca me ha gustado para el cierre del show, y desde luego, siempre me quedaré con la inmortalización de este tema en “Live after death”.

En líneas generales el concierto estuvo bien, sin ser una de sus mejores noches. Un buen sonido y 2 horas de música, algo que fue de agradecer para una banda que sigue haciendo un número importante de shows al cabo del año y con una media de edad de sus integrantes de 54 años. Pese a todo, les noté en global un poco flojos, si bien Dickinson estuvo inconmensurable, muy pero que muy grande... y de hecho fue el motor de la banda durante todo el concierto, tirando del grupo sin descanso. A Harris le vi algo desaparecido excepto en el tramo final de la actuación, y las guitarras no brillaron como en otras ocasiones, dejando a un lado las intervenciones de un Gers cada vez más vulgar en sus solos, destrozando por enésima vez el solo de “Hallowed be thy name” que en su día compusiera y grabara Smith. Pero al que vi especialmente menos presente fue a Nicko; si bien la parte visual siempre ha sido cosa de Dickinson y Harris, luego también de Gers, McBrain siempre ha insuflado con su batería una energía a Maiden muy característica que ayer eché algo de menos.

En todo caso, una cosa sigue siendo cierta... y es que a día de hoy los Maiden más normalitos son capaces de ofrecer un show que puede hacer palidecer a muchas bandas punteras del panorama del rock actual, lo cual es fruto de dos cosas: un esfuerzo de más de 30 años dejándose la piel en los escenarios, y una profesionalidad y honestidad hacia el público de las que muy pocos grupos pueden presumir.

En otro orden de cosas, la organización del festival me pareció un poco cutre. Y ya no se trata del polvo que se introducía en partes del cuerpo que ni sabías que existían hasta ayer cuando procedías a limpiarte en la habitación del hotel antes de meterte en la cama... sino a los servicios de los que podíamos “disfrutar” dentro del recinto... Creo que un festival con la afluencia de Sonisphere, con el cartel que han manejado, necesita de una organización mayor pensando un poco más en la gente y menos en el beneficio. Las pantallas del escenario eran más que rácanas, y ya ni hablo de las interminables colas para conseguir agua o cerveza, los servicios, la colocación del escenario (desde varios puntos había farolas que se interponían entre el escenario y el público)... en fin.

Crónica: Adrian S.
Fotos:
FaceBook de Sonisphere Spain y NSEfotografia.com
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